La terapia de pareja tiene fama, entre los profesionales, de
ser una de las más desafiantes.
Antes de la década de los sesenta, la terapia de pareja se
hacía de manera individual. No obstante, la tasa de divorcios se
disparó y las parejas comenzaron a verse como un todo familiar y a ser tratadas
conjuntamente.
Como terapeuta, soy partidaria de ajustar las sesiones y el
proceso a las necesidades que vea en cada momento, y, hacer terapia de manera
individual o no, o, incluso, dentro del mismo proceso, incluir ambos tipos de
sesiones.
El terapeuta pasivo que se limita a asentir con la cabeza no
es de gran utilidad en la terapia de pareja. El mejor resultado se obtiene
cuando el terapeuta “zarandea” al cliente para sacarle de su zona de confort y
sacarle de sus rutinas inconscientes o semiinconscientes, es decir, de los
comportamientos automatizados. Las sesiones pueden ser muy dinámicas.
Virginia Satir, psicoterapeuta estadounidense, conocida como "la madre de la terapia familiar," afirmó que el objetivo de la terapia matrimonial o de pareja, no estaba enfocada "ni para mantener la relación, ni para romperla, sino para ayudarnos a hacernos cargo de nosotros mismos."
Con frecuencia las parejas no buscan ayuda hasta que las
dificultades se han enraizado en la relación durante años. En estos casos, será
extremadamente complicado llegar a una solución. Es curioso que llevemos el
coche a hacer la puesta a punto religiosamente, y, sin embargo, abandonemos a
la buena de dios nuestra relación, que, probablemente sea una de las cosas más
importantes de la vida – y, en muchos casos, la más importante.
Cuanto antes se
busque ayuda, mejor.