Este
tipo de relaciones se caracterizan por ser superficiales.
“La
pareja” en cuestión, comparte actividades en común, pasan mucho tiempo juntos,
incluso, muy probablemente, se compartan veladas con familiares y amigos, y, es
por esta razón, que todo el mundo piensa que se trata de una relación
de pareja afianzada y normal.
En
este tipo de relaciones, se dan siempre los mismos problemas en bucle, se
repiten los mismos patrones de conducta anclados en el pasado y que impiden
disfrutar.
Las
partes pueden sentirse incomprendidas, ya que no se habla claramente de los
sentimientos, se evita siempre decir la verdad sobre ellos, no hay sinceridad.
Puede ser uno de ellos quién exprese verbalmente la necesidad de no escuchar
ciertas cosas, que la otra parte puede querer manifestar: “Eso no me interesa”.
Hablamos
de una relación estancada, porque existe un sentimiento de represión, las partes no se muestran tal como son; una parte - o ambas - de alguna manera, no dirá lo que realmente piensa o siente, de modo que reina la coacción y la mentira, repartiéndose los roles de acuerdo al guión.
También
existe una sensación de que alguien tiene que tener razón, las luchas de poder
se suceden una tras otra, siempre jugando a la víctima y al verdugo, lo
cual es frustrante y agotador.
En
una relación armónica, las partes se responsabilizan de las dificultades que
puedan aparecer llegando a soluciones creativas, lo cual no ocurre en una
relación ficticia.
A
veces resulta duro dejar el rol de avestruz y sacar la cabeza para afrontar la
realidad, pero, ¿quién desea estar metido en una relación carente de frescura,
sinceridad, creatividad, amor, intimidad y tantas cosas más?
Una
vez se tiene claro que se está manteniendo una relación ficticia – aunque se
haya mantenido durante años - ésta se puede transformar: se puede cortar por lo
sano, se puede crear una pareja real o se puede crear una amistad real.
¿Difícil? ¿Quién dijo que fuera fácil? Con ayuda de un experto,
siempre será un proceso más corto y llevadero.